El incremento de la cantidad de tiempo de escolarización de los niños y adolescentes se ha transformado en una tendencia visible en muchos sistemas educativos. Así, países de Europa Occidental, América del Norte, Sudeste Asiático y otros países del Pacífico han tomado la delantera, siempre con valores medios superiores a las 840 horas de clase anuales.
En nuestro país, incluso previo a la última iniciativa del Ministro Perczyk apuntada a la extensión de la jornada en el nivel primario, existen precedentes de normativas nacionales y jurisdiccionales, políticas educativas y discursos de diversos actores que han buscado promover la extensión de la jornada escolar. Lamentablemente la realidad demuestra que esto ha resultado imposible de cumplir para la gran mayoría del sistema educativo. Argentinos por la Educación (2022) expone que solo el 14,1% de los estudiantes de escuelas primarias asiste a escuelas con jornada completa o extendida en el país, y especialmente en contextos de nivel socioeconómico bajo.
Fuente: Argentinos por la Educación (2022) en base al Relevamiento Anual 2019.
Existen fundamentos de peso para avanzar en el sentido señalado, siendo el principal la asociación entre un mayor tiempo de exposición a la enseñanza por parte de los estudiantes y mejoras en los resultados de aprendizaje Un estudio efectuado por Llach y otros (2008) con datos de las pruebas estandarizadas ONE referidos a la Ciudad de Buenos Aires indica que los estudiantes de escuelas de jornada completa muestran un mejor rendimiento en Matemática y Lengua y que esta diferencia se hace más notoria entre los alumnos provenientes de sectores socioeconómicos desfavorables.Así mismo, estudios efectuados en el ámbito del Ministerio de Educación del GCBA (Feldfeber et al., 2003 y 2005) plantearon que la jornada completa puede tener una incidencia positiva sobre el desempeño de los estudiantes, dado que ofrece más oportunidades para desarrollar dentro del horario escolar actividades que en la jornada simple se desplazan a las tareas extraescolares, cuya realización depende en gran medida de condiciones que no están igualmente garantizadas para los niños de todos los sectores sociales (contar con acompañamiento familiar, disponer de tiempo para abocarse a esas tareas y de un lugar propicio, no tener responsabilidades laborales o de cuidado de hermanos, etc.). Así, al posibilitar dentro del horario de clases aquello que en la jornada simple se deposita como expectativa por fuera del tiempo escolar, la jornada completa podría llegar a incidir favorablemente en la adquisición de los contenidos definidos para cada grado, sobre todo en aquellos sectores socialmente más vulnerables del alumnado.
Por lo antedicho se considera que la prolongación del tiempo escolar, con una oferta de actividades pedagógicas y culturales enriquecida, puede generar impactos positivos en la reducción de las brechas entre estudiantes de diferente origen social. Es fácil de imaginar que en un país como el nuestro, donde 1 de cada 2 chicos está por debajo de la línea de pobreza, la jornada escolar completa universal tendría un gran poder transformador.
Así mismo, las ventajas en los hogares refieren sobre todo al trabajo de los padres, teniendo en cuenta que ambos padres de niños, niñas y adolescentes que asisten a escuelas de jornada completa disponen de mayor tiempo disponible para realizar sus actividades laborales, lo que mejora la calidad de vida de los alumnos retroalimentando los beneficios del proceso educativo. Esto impacta particularmente en las mujeres, ya que son las madres las que asumen mayoritariamente las tareas de cuidado de los hijos en base al rol que les es socialmente impuesto.
Por otro lado, es de fundamental importancia tener claro que la ampliación del tiempo escolar no es un desafío meramente cuantitativo, sino que abarca aspectos cualitativos vinculados al tipo de propuesta pedagógica que debe enmarcar la reorganización de los formatos y contenidos didácticos para generar impactos positivos en las experiencias de aprendizaje. En otras palabras, no alcanza con “más de lo mismo”, siendo este un elemento ineludible cuando se diseñan propuestas de extensión del tiempo escolar. Por ejemplo, existen evidencias de que en los chicos que participan de prácticas artísticas, expresivas y deportivas (algo muy poco frecuente en los sectores más postergados) se fortalece la autoestima y se gana en seguridad personal, generándose otro tipo de vínculo con el aprendizaje, lo que favorece sin duda alguna un mejor desempeño en general. Estas propuestas tienen una nula o muy baja carga horaria en la clásica jornada escolar simple.
En el proyecto educativo del colegio MDG, al implementar una jornada escolar extendida, además de las materias curriculares, podemos desarrollar actividades que nos permite trabajar en profundidad en el desarrollo de valores y emociones, en generar en la escuela un espacio culturalmente rico, en el desarrollo de proyectos personales de vida, proyectos interdisciplinarios y talleres e Itinerarios formativos.
Luis Arocha
Director Ejecutivo
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